LA ARQUITECTURA QUE LA NATURALEZA Y LAS PERSONAS NECESITAN PARA SOBRE-VIVIR.

De Alicia Zamora, arquitecta.

En la actualidad, la capacidad de alterar gravemente nuestro entorno parece no tener límite y, sin embargo nunca antes hemos sido tan conscientes de la degradación ambiental que pueden llegar a provocar nuestras actividades, ni hemos dispuesto como ahora de las herramientas necesarias para minimizar e incluso evitar la alteración medioambiental y los impactos negativos asociados.

En Diciembre del año pasado, se celebró en Paris la cumbre del clima (COP21), donde se aprobó un protocolo climático más ambicioso que el firmado en Kioto (aunque no suficiente), al que sustituye, y que ha de entrar en vigor a partir de 2020. En la práctica y en concreto, se pretende conseguir una fuerte reducción de las emisiones de CO2 debido a las actividades humanas y que son la causa principal del calentamiento global del planeta. El objetivo último es hacer realidad el ya viejo paradigma de la sostenibilidad y el desarrollo sostenible, según el cual la sociedad ha de ser capaz de satisfacer sus necesidades en el presente respetando el entorno natural y sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer las suyas. (El uso y abuso de estos términos, casi los ha dejado huérfanos de contenido y es preciso y urgente recuperar su auténtico significado y, sobre todo, hacerlo realidad).

Habiendo admitido por fin la mayoría de los países que el cambio climático es un problema de efectos catastróficos e irreversible y que por ello es ineludible hacerle frente con la mayor urgencia y energía, el sector de la edificación ha de asumir responsablemente un papel fundamental, en consonancia con la enorme influencia que tiene sobre el medioambiente: la energía necesaria para la construcción, el mantenimiento y uso de los edificios supone en la Unión Europea el 40% del consumo energético total e igual porcentaje de las emisiones de CO2; este consumo y la emisión del CO2 se produce fundamentalmente durante la fase de uso del edificio y el 60% del mismo es debido a la demanda de calefacción.

El problema derivado de un consumo energético tan elevado se ve agravado en el caso español por la escasez de recursos energéticos propios y las políticas que frenan el desarrollo de las energías renovables, lo que da lugar a una alta dependencia energética (80%, frente a una media europea del 54%); a esto hay que añadir la existencia de un parque inmobiliario obsoleto (el 55% tiene más de 36 años y carecen de aislamiento al ser su construcción anterior a la 1ª normativa de construcción que establece criterios de eficiencia energética mínimos; el 95% de las viviendas son anteriores al establecimiento del CTE-2006 y tienen por ello consumos de calefacción muy elevados).

Esta situación, en un contexto de crisis económica como el actual, ha hecho de la pobreza energética en España un problema social y humano de primer orden: son muchas las familias que no pueden calentar sus casas porque éstas demandan un excesivo gasto energético. Por ello, y porque vivir en edificios de bajo consumo energético es una necesidad humana y no un lujo, es imprescindible la transformación eficiente y a largo plazo de los edificios de nuestro país.

Por fin, la evolución de las normativas de eficiencia energética parece que van en la dirección correcta: la actualización del CTE-2013 reduce a casi la mitad la demanda energética máxima que establecía el CTE-2006 y, aun así, no llega a los niveles exigidos por la que sin duda ha de ser la referencia a seguir, es decir, la Directiva Europea 2010/13, que exige que en el año 2021 todos los edificios nuevos tengan un consumo energético casi nulo y que, en el caso de los edificios públicos, ha de cumplirse dos años antes.

Sin duda, la eficiencia energética es fundamental y de ello se ocupan estas normativas; sin embargo, hemos de tener muy presente que una visión muy global e integrada del problema obliga a tener también en cuenta otros aspectos que, aunque de menor dimensión no son por ello menos importantes, como son el impacto ambiental del edificio, la optimización de los recursos naturales y el tratamiento de los residuos contaminantes; sin olvidar algo tan importante como es la búsqueda del confort interior y un entorno saludable para las personas que lo habitan (cada día son más las nuevas enfermedades, como la electro-sensibilidad, el síndrome químico múltiple, la fatiga crónica o la hipertrofia semicircular, que están directamente relacionados con el deterioro medioambiental).

En resumen: el nuevo modelo constructivo ha de basarse en la práctica de un desarrollo sostenible que además tenga en cuenta la naturaleza de la biología humana. Se trata pues de una metodología de construcción respetuosa con el medio ambiente y el ser humano, cuyos objetivos han de ser:

  1. Una demanda energética casi nula.
  2. Una adecuada renovación del aire interior.
  3. El respecto al medioambiente.
  4. El aporte de energías renovables.

Para conseguirlos se hace necesario poner en acción tres tipo de estrategias:

  1. Arquitectura Bioclimática: aquella que optimiza sus relaciones energética con el entorno medio ambiental mediante estrategias pasivas de diseño como son la orientación, sombreamiento, ventilación natural, inercia térmica…
  1. Estándares de construcción de consumo energético casi nulo: uno de los más reconocidos es el estándar Passivhaus. Para nosotros, se trata de una herramienta de trabajo para poder conseguir edificios con un consumo muy reducido y a la vez un confort térmico interior muy elevado.
  1. Bioconstrucción: abarca de un modo integral todo, pero que principalmente parte de la necesidad de mantener una relación equilibrada y mutuamente beneficiosa entre el hombre, su entorno natural y el proyecto de construcción, lo que implica considerar sus aspectos sociales, ecológicos, materiales y energéticos.

Se concreta en muy diversos aspectos del proyecto, como la elección de materiales no tóxicos ni contaminantes, la opción por procesos constructivos que minimicen la emisión de CO2, el aprovechamiento del agua de lluvia y la energía natural, la depuración y reutilización de aguas residuales, la preocupación por evitar la existencia de campos electromagnéticos inducidos en alguna estancia de la vivienda que pudieran causar disconfort o deterioro de la salud y bienestar personal.

Cualquier proyecto desarrollado bajo unos criterios de bioconstrucción, obliga a considerar la mayor parte de los factores que inciden potencialmente en la salud de las personas y en la naturaleza. Sin embargo, aunque se han desarrollado herramientas que tratan de analizar el impacto ambiental de la edificación, lo cierto es que todavía no existe ningún procedimiento normalizado que defina con exactitud si una edificación alcanza o no unos valores mínimos de determinados parámetros, que permitan calificar una vivienda como “bio”. Además, tampoco se exige el control estricto de los consumos energéticos reales de estas edificaciones.

En este último aspecto, es donde el estándar Passivhaus nos puede ayudar como herramienta para alcanzar los objetivos energéticos que nos propongamos y un confort interior muy elevado.

Apostamos, en definitiva, por una metodología de construcción que integre el diseño basado en los principios del estándar de construcción Passivhaus, que incluye el diseño bioclimático y un consumo energético casi nulo, y los criterios medioambientales y saludables de la bioconstrucción.

En el video podemos ver dos ejemplos ubicados en el concejo de Llanes, de cómo es posible llevar a la práctica de forma combinada estos dos conceptos. Por un lado, se trata de una vivienda certificada bajo el estándar Passivhaus y diseñada siguiendo todos y cada uno de los criterios de bioconstrucción mencionados, y por otro, un proyecto de rehabilitación integral de una casa de Indianos de 102 años de antigüedad para turismo rural transformándolo en una casa de aldea, adoptando los rigurosos criterios del estándar Passivhaus y su sello de rehabilitación EnerPhit y el uso de materiales lo más ecológicos posibles.

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