FABRICAR EL FUTURO DEL PERIODISMO
De Fernando Reinlein
Fue con un cartel de la primera promoción de la Facultad de Ciencias de la Información, según me contaron unos compañeros, cuando comencé en este oficio allá por 1976. Se trataba del retrato de Gutemberg que exhibía un espectacular corte de mangas y la leyenda a pie de imagen: La respuesta de Gutemberg a Mcluhan. A este último, profesor canadiense de literatura inglesa, crítica literaria y teoría de la comunicación, se le considera uno de los visionarios modernos de la sociedad de la comunicación. Predijo el fin de la Prensa ante la aparición de los medios electrónicos de la comunicación. Claro a mediados del siglo pasado, esos medios eran fundamentalmente la radio y la televisión.
Y la Prensa siguió viva, pero que muy viva. Aquí en España, recién muerto Franco aparecieron dos periódicos de referencia: El País y Diario 16. Por el segundo anduvo el autor de estas líneas desde su fundación hasta su práctica desaparición y conté con magníficos maestros. En ese periódico una cosa estaba muy clara: mandaban los periodistas que, además, también paseaban un pizco de locura por la redacción que llegaba a las páginas diarias. Un director general les dijo a sus colaboradores: “En el piso de arriba – donde estaba la redacción – están los locos, pero son los que fabrican el producto que se vende y nosotros debemos estar a su servicio”
Claro que el editor, Juan Tomás de Salas también exhibía sus gramos de locura que le hicieron arriesgar su patrimonio y el de muchos de sus amigos para sacar su proyecto adelante Y lo consiguió con Cambio16 y lo intentó con Diario 16 que durante unos veinte años anduvo peleando hasta que una crisis empresarial, que no redaccional, acabó con aquello. Luego siguió un poco y ahora ha renacido de nuevo en el mundo digital, pero ya es otra cosa.
En esos años y durante los que vinieron después, sacar un periódico costaba mucho dinero. Algunas empresas periodísticas se aliaron con otros medios audiovisuales para sobrevivir con mayor o menor fortuna Y en esto llegó Internet. No éramos pocos los que pensábamos que aquello no acabaría con la Prensa porque el ordenador no podía leerse en el baño. Claro que luego aparecieron los portátiles, las tablets y hasta los móviles digitales y pusieron fecha de caducidad a la letra impresa periódica.
Pero no al periodismo. Los “dineros” sacaron buen partido de las nuevas tecnologías. En las redacciones, salvo extrañas excepciones, mandan las empresas y no la redacción. Pero a través de las nuevas tecnologías se ha abierto una brecha para la esperanza: montar un periódico digital no es caro y puede hacerse con voluntad, tesón y libertad. Los “dineros” intentarán impedirlo si no les gusta lo que dicen los periodistas, pero no tienen por qué ganar siempre.
Eso sí, hay que poner en marcha un proyecto, con una cooperativa o lo que sea, microcréditos y pequeñas inversiones, pero aquellos que emprendan esa tarea deben lograr financiación, ingresos, en definitiva, lectores para poder lograr esa financiación. Y para ello los principios de entonces para el buen periodismo siguen más vigentes que nunca: libertad, honestidad y tesón. Los que van al quiosco, con sol, lluvia o nieve, después de haber renunciado a la radio y la televisión, que son gratis, tienen que elegir entre varias cabeceras de periódicos, que, además, cuestan dinero. Es un sometimiento diario a las elecciones, no como los políticos que solamente lo sufren cada cuatro años.
Ahora están los periódicos digitales y las redes sociales y hay que buscarse un hueco para que haya miles de personas que aprieten el clic, que los emprendedores de una empresa periodística han elegido para informar y analizar, desde la honestidad lo primero y desde el pluralismo lo segundo. Si quieren mandar los periodistas, como es deseable, tienen también que lograr que quienes los que administran la empresa, cooperativa o lo que sea, se sientan servidores de los locos que hacen el producto. Y además de todo eso, hace falta otra cosa básica: que no se pierda la ilusión.
Fernando Reinlein
Militar y periodista
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